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Palabras del canciller Roberto Álvarez para el 40º período de sesiones de la CEPAL

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  • Su Excelencia Elmer Schialer, Ministro de Relaciones Exteriores del Perú;
  • Excelencias Ministros y Ministras de Relaciones Exteriores;
  • Distinguidas altas autoridades de los países miembros y miembros asociados de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL);

 

Señoras y señores:

 

Colegas, quiero iniciar mis palabras leyendo una cita: “En la Cumbre, los gobiernos se comprometieron a erradicar la pobreza, promover un empleo pleno y productivo y fomentar la integración social, objetivos primordiales del desarrollo […] los Estados Miembros acordaron promover la paz y la seguridad internacionales, acelerar el desarrollo en los países menos adelantados, y movilizar recursos para lograr el progreso social y la protección del medio ambiente como elementos interdependientes y componentes del desarrollo sostenible”.

Estas palabras parecen haber sido redactadas esta mañana, sin embrago, forman parte de los compromisos acordados en la Cumbre de Desarrollo Social en Copenhague en 1995, hace ya casi 30 años. Esto para reflexionar sobre el hecho de que, como comunidad de Estados, no hemos hecho los esfuerzos suficientes para enfrentar los retos fundamentales que aún nos aquejan. Siguiendo el espíritu del Pacto para el Futuro, recientemente adoptado por las Naciones Unidas, necesitamos transformar la arquitectura internacional, como ha sido señalado aquí en el día de hoy, para ponerla a tono con la realidad de los desafíos que enfrentamos.

El futuro es ya, por eso, quiero compartirle tres líneas de acción regional que podríamos adoptar.

La primera se refiere a América Latina y el Caribe como zona de paz. Ante el contexto geopolítico internacional actual, el primer imperativo que tenemos es el de reafirmar que América Latina y el Caribe es una región con una arraigada tradición de paz.

 

El segundo ámbito del Pacto para el Futuro de la ONU destaca que, sin paz, es imposible avanzar en la resolución de cualquier problema, especialmente en un contexto donde los conflictos internacionales se agravan. La paz es fundamental para lograr tanto el desarrollo social como el económico.

La paz estratégica a la que nos referimos requiere actualizar los medios para mantenerla. Nuestro continente ya tiene experiencia en este ámbito. Un ejemplo claro es el Tratado de Tlatelolco, iniciativa de México, mediante el cual América Latina y el Caribe proscribieron las armas nucleares en la región.

Hoy, un desafío sería acordar medidas similares para enfrentar amenazas actuales, como el uso de armas autónomas, que plantean dilemas éticos sobre la capacidad de una máquina para decidir sobre la vida humana, lo cual es inaceptable para nosotros.

Además, como hemos señalado, promover la paz y la seguridad internacionales está intrínsecamente vinculado a acelerar el desarrollo en los países.

La segunda línea de acción es asegurar a mediano plazo, también como ha sido señalado aquí, el financiamiento para el desarrollo en condiciones más favorables, permitiendo abordar adecuadamente los temas de la agenda global. Sin fondos suficientes y accesibles, con tasas de interés manejables, será imposible alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), algo sobre lo cual ya tenemos evidencia.

Una de las principales razones por la cual la mayoría de los países latinoamericanos no logramos los Objetivos del Milenio fue precisamente por la falta de recursos financieros.

No hablamos de cooperación oficial al desarrollo, sino de condiciones que permitan acceder a fondos líquidos para proyectos de desarrollo, sin comprometer la sostenibilidad financiera del Estado y las generaciones futuras. Tanto los financiadores como los organismos financieros multilaterales deben reorientar su enfoque de forma que se permita acelerar en la consecución de los ODS.

La tercera línea de acción se refiere a la integración comercial regional. Esta es una herramienta eficaz y necesaria para alcanzar nuestros objetivos de desarrollo. América Latina y el Caribe cuentan con abundantes recursos naturales, minerales y humanos que, lamentablemente, están subutilizados. Esta falta de aprovechamiento de nuestras riquezas se refleja en un comercio que no explota plenamente nuestro potencial.

Desde el colapso de las negociaciones del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) en 2005, hemos respondido con iniciativas subregionales o bilaterales, pero ninguna ha sido realmente efectiva. Bloques como SICA, MERCOSUR, CAN y CARICOM existen, pero la falta de interconexión entre sistemas impide que el comercio latinoamericano y caribeño se beneficie de un mayor valor agregado regional. Es decir, no aprovechamos la capacidad de encadenar adecuadamente los diversos bloques. Nuestras cadenas de valor presentan un muy bajo aporte de los insumos de toda la región. Es urgente impulsar un bloque comercial más integrado y eficaz que englobe toda la región y se integre con el mundo.

Por otro lado, existen brechas internas de nuestros países, como señala la CEPAL y su secretario general en el informe “Un Análisis de América Latina y el Caribe”.

La CEPAL señala que nuestra región posee un tercio de las reservas de agua dulce del mundo, una quinta parte de los bosques naturales y abundante biodiversidad. A pesar de esos recursos, la región sigue siendo la más desigual del planeta. Debemos prestar atención a las propuestas hechas por la CEPAL para enfrentar con las medidas sugerida las brechas estructurales que limitan nuestro desarrollo, como la desigualdad, la pobreza, la baja productividad y el acceso a educación y salud adecuada.

La pobreza estructural y la concentración del crecimiento económico en manos de unos pocos han creado la extrema desigualdad que caracteriza nuestra región. También han incrementado la vulnerabilidad de muchas personas, exacerbadas por sistemas de protección social débiles, alta informalidad laboral y crecientes flujos migratorios.

El cambio climático también exige atención prioritaria. A pesar de ser poco contaminantes, países insulares como República Dominicana son gravemente afectados. Hemos tomado medidas, pero necesitamos el apoyo de la comunidad internacional para actuar con rapidez y urgencia.

 

Señoras y señores,

 

Ante todo esto, cabe destacar que República Dominicana ha tenido un importante crecimiento por décadas. Sin embargo, el país también ha enfrentado una muy baja movilidad social, baja cohesión social y elevada desigualdad. Si bien hemos logrado crecer, no hemos podido aun crear empleos de calidad que permitan distribuir los frutos de ese crecimiento de la manera deseada.

De cara a la Segunda Cumbre Mundial sobre Desarrollo Social y la Cuarta Conferencia Internacional sobre Financiación para el Desarrollo en 2025, debemos revisar nuestras estrategias y tomar acciones concretas. Como dije al inicio de mi intervención, hace 29 años identificamos los males que nos aquejan y parecería que poco ha cambiado. Es imperativo que estas cumbres sean un parteaguas que se traduzca en acciones reales a nivel regional, y que impacten positivamente la vida de las personas.

El mundo presenta cada vez más desafíos, circunstancias que ponen a prueba nuestra capacidad de respuesta. Por ello, estamos más que confiados en que a través de un dialogo abierto y franco, en espacios multilaterales como este, podremos identificar las herramientas que nos permitan avanzar hacia los objetivos de nuestros países, permitiendo el desarrollo de nuestras economías y, por consiguiente, mejorar la calidad de vida de nuestros ciudadanos. Juntos somos más fuertes.

Finalmente, quiero concluir mis palabras proponiendo a República Dominicana como sede para el cuadragésimo primer período de sesiones de la CEPAL en 2026. Tenemos amplia experiencia en la celebración de reuniones internacionales al más alto nivel y nos esmeraremos por emular a Perú en la celebración de un encuentro exitoso y productivo. Esperamos que en el momento oportuno señor presidente, usted que le gusta ejercer con celeridad su mallete haga uso de este y lo proclame por aclamación.

 

Muchas gracias.