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Palabras del Canciller Roberto Álvarez ante el Consejo de Seguridad de la ONU

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24 de enero 2023

Muchas gracias señor presidente,

Aprovecho la ocasión para expresar al representante de Gabón nuestras condolencias por el lamentable deceso del ministro de Relaciones Exteriores, Michael Moussa Adamo, y le solicitamos hacer extensivas estas condolencias en particular a su familia.

Agradecemos a todos los expositores por sus presentaciones en la mañana de hoy, en particular a la representante del Secretario General, la señora Helen La Lime, cuya incansable labor reconocemos.

Así mismo reconocemos y felicitamos a Ecuador quien asume como co-portador de la pluma en este importante tema junto a Estados Unidos de América, para lo cual podrán contar con todo nuestro apoyo.

Distinguidos miembros del Consejo, representantes permanentes de Haití, Canadá y Belice,

En este nuevo año, abrigamos la esperanza de que los múltiples asuntos pendientes puedan encontrar respuestas definitivas. El caso que hoy nos ocupa, la crisis haitiana, se ha hecho recurrente desde el pasado año y, a pesar de la atención prestada, sigue pendiente de una salida favorable para la paz y la concordia en Haití.

El 21 de octubre pasado, este Consejo aprobó la resolución 2653 que estableció un Comité de Sanciones para aquellos que financian a las organizaciones criminales que siembran violencia y caos en Haití.

Sin embargo, la principal demanda de las autoridades haitianas, avalada por el Secretario General, el despliegue de una fuerza robusta de asistencia a su Policía Nacional para eliminar la violencia espantosa que afecta ese país, aún permanece sin una hoja de ruta.

¿Cuáles son las perspectivas reales de que este Consejo de Seguridad actuará finalmente en la prolongada crisis haitiana, a partir de las propuestas concretas que están en las manos de este órgano?

Conscientes del cuestionable legado de anteriores misiones de la ONU en Haití, el Gobierno dominicano entiende que es legítimo considerar y planificar adecuadamente cualquier respuesta para evitar errores del pasado y, sobre todo, para evitar una solución que desconozca la voluntad de los haitianos. Pero, como testigos directos del drama humano en el país vecino, también sabemos que cada minuto de espera implica un mayor descalabro de la situación y sufrimiento para ciudadanos inocentes.

Siempre hemos reconocido que un pacto nacional que lleve a la celebración de elecciones justas, libres y transparentes es un elemento esencial para recuperar la estabilidad en Haití, a través de la legitimidad de sus autoridades. Sin embargo, debemos enfatizar que ese pacto nacional y esas elecciones necesariamente deben estar acompañadas de un urgente proceso de pacificación, algo que hoy no se vislumbra.

Además de la consternación que nos provoca la situación de nuestros vecinos, podemos reiterar sin ligereza y con la mayor firmeza, que esta representa una amenaza de seguridad nacional para República Dominicana.

 

Somos el único país que comparte frontera terrestre con Haití, en una isla relativamente pequeña. Nuestras economías y el comercio están imbricados. Los haitianos son los principales inmigrantes a territorio dominicano.

Frente a la imposibilidad de formalizar un adecuado manejo de la gestión fronteriza con responsabilidad compartida, ese espacio se ha convertido en una fuente de problemas, como la trata de personas, tráfico de armas y de sustancias ilícitas; así como el contrabando de mercancías, flagelos que nuestro gobierno combate a capa y espada, con ayuda de nuestros socios internacionales, pero bajo condiciones cada día más difíciles.

La gobernanza de una frontera de esta naturaleza resulta prácticamente inmanejable cuando uno de los dos lados está imposibilitado de garantizar el imperio de la ley.

También se presenta el reto del suministro de servicios básicos a la población migrante irregular y su impacto en las políticas sociales del Estado dominicano.

Esta realidad no está motivada por una actitud antiinmigrante. República Dominicana es un emisor neto de migrantes y nuestra historia está marcada por movimientos humanos en los dos sentidos. Pero cuando el flujo de personas no ocurre dentro de los cauces legales, de manera ordenada y segura, esta implica riesgos políticos, sociales, económicos y de seguridad, y resulta difícil garantizar los derechos correspondientes.

Muchos de los gobiernos aquí representados, en particular los P5, aún siendo países de ingresos altos, también han mostrado su profunda preocupación ante la dificultad de manejar adecuadamente crecientes olas migratorias irregulares. Imaginen ese reto en el contexto dominico-haitiano, dada la crisis humanitaria e institucional de Haití.

Es por esto que, nuevamente aclaramos, el gobierno dominicano está compelido a tomar las medidas necesarias para frenar el impacto que la violencia y el deterioro institucional de Haití pueda tener sobre nuestro territorio.

Nuestro país es solidario y respetuoso del derecho internacional, y más aún siendo Haití un país amigo con el que nos une un tratado de paz y amistad perpetua. Lo hemos repetido innumerables veces, estamos dispuestos a seguir jugando un rol de buena vecindad.

Pero nuestro involucramiento sería muy distinto si existiera el apoyo concreto de la comunidad internacional para restaurar la paz y la seguridad en Haití.

Desde 2019, siendo miembro de este órgano, República Dominicana expresaba y reiteraba su preocupación de que se redujera el alcance de la Misión en Haití e insistíamos en que era necesaria una misión fuerte, con amplias capacidades y con el suficiente financiamiento para poder realmente llevar paz y estabilidad duradera a Haití.

Hoy, la situación del hermano país, lejos de mejorar, tiende a agravarse y por ello es que continuamos alertando sobre su constante deterioro.

Señor presidente,

Si coincidimos que la humanidad enfrenta un punto de inflexión, un “cambio tectónico de los tiempos”, un Zeitenwende, como ha expresado el canciller alemán Olaf Scholz, para referirse a la crisis del multilateralismo, que hoy no responde a la realidad actual. En consecuencia, hay que modernizar esta Organización para que pueda servir como herramienta para salvaguardar la seguridad universal y hacer valer los valores de su carta fundante. Esta es una visión compartida por el presidente Xi Jinping y por la reciente estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos.

Ante esta sorprendente coincidencia entre el liderazgo mundial, resulta claro que el futuro exige una Organización más empoderada. Una que, sin dejar de poner su empeño en librar a la humanidad de las armas de destrucción masiva, con igual ímpetu y perseverancia resuelva los conflictos armados de menor escala que tanto sufrimiento generan en la actualidad. Pero ello sólo es posible si se logra un alto nivel de confianza en esta venerable institución por parte de los gobiernos y los ciudadanos del mundo.

El Secretario General Guterres aseguró el mes pasado en esta sala que “un punto muerto (en nuestra tarea de mantener la paz y la seguridad internacionales) se traduce en un callejón sin salida para millones de niños, mujeres, hombres y familias que sufren sus consecuencias” y “están depositando su confianza en nosotros para ir más allá de las dinámicas de poder”.

¿Cómo podemos aspirar a fraguar esa confianza si no se logra actuar en el tiempo adecuado ante una crisis tan particular como la de Haití?

Hasta que no se produzca una acción firme contra los criminales que impiden el devenir soberano de Haití, no creo, con todo respeto, que podremos pedir al pueblo haitiano y a los demás pueblos que son testigos de esta tragedia, que depositen su confianza en las Naciones Unidas.

Muchas gracias.